viernes, 8 de enero de 2016

1. Las lágrimas del payaso.

Tristes son las lágrimas del payaso, que tras la máscara que busca la risa y el sueño sufre el llanto desconsolado. ¿Quién no ha sonreído a la multitud aun cuando terriblemente solo y olvidado se siente? El ser, otrora magnífico, se empequeñece hasta caer marchito presa de una pena insoportable que abarca más allá de su comprensión mientras la vida fluye a su alrededor, impasible. Algunos ojos extraños, comprensivos, muestran piedad por lo que ven a través de miradas entristecidas por incontables desengaños que pugnan por salir en un grito agónico y desesperado, mas son encerrados en profundas celdas junto a las miserias que pueblan los rincones más oscuros de nuestros recuerdos y vivencias. Sólo las alegrías, escasas, se muestran magnificadas más allá de lo razonable, pues nos empeñamos en hacer de ellas el centro sobre el que deben girar nuestras vidas, tan insignificantes como valiosas, tan falsas como dolorosamente reales. Es en la soledad, cuando no hay presente más ser que aquél que de todo tiene constancia, decepcionado con el papel que le ha tocado interpretar en la única obra donde será verdadero protagonista, que cae al fin la máscara del payaso, la que a todos hace reír y soñar, la que oculta sus lágrimas al llorar.

   Imagen de E. Arazo.

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